Cuando se pretende entender la gestión del conocimiento en una sociedad, un punto inevitable va a ser siempre el sistema educativo. Hay quien considera el sistema educativo como un gasto, un servicio que cuesta dinero al que paga impuestos, aunque es obvio que sin sistema educativo la sociedad perdería su productividad y crearía bolsas de marginalidad. El argumento de la privatización carece también de sentido si lo que se pretende es detectar y desarrollar el talento en los colectivos con rentas más bajas.
La educación y la sanidad, los dos grandes servicios públicos, son muy diferentes. La inversión en sanidad no aumenta apenas la productividad ni el PIB. El sistema sanitario es muy necesario, pero no cambia lo que un país puede llegar a ser a largo plazo. También me parece que puede beneficiarse más de una cierta privatización, porque no tiene la dimensión ideológica de la educación.
Yo al sistema educativo de un país le reconozco estas cinco funciones:
El problema ahora mismo es que, en las sociedades occidentales actuales, se ha ido invirtiendo el orden de prioridad de estas funciones, y sólo se pone el énfasis y los recursos en los menos capaces, ignorando casi todo lo demás. Como viene ocurriendo en las últimas décadas con las ideologías de sustitución del marxismo, que son las que actualmente más influyen en las plantillas del sistema educativo público, hay una instrumentalización por parte de las oligarquías de unos principios que aparentemente deberían servir para otros fines. Pero esos otros fines nunca se consiguen, sólo van aumentando el abaratamiento de la mano de obra, la concentración del ahorro y el capital en las clases altas y la división y el enfrentamiento en la clase obrera. Donde la mediocridad del profesorado de Primaria y Secundaria ve igualdad y justicia social, otros buscan y consiguen ignorancia y docilidad. La fábrica de paro en la que se han convertido los institutos públicos en España es la mejor estrategia de rebaja de salarios. Si se pudieran poner juntas dos gráficas: una con el grado de ideologización progre de la educación y la otra con el poder adquisitivo de las personas que han pasado por esa educación, se vería que han seguido trayectorias exactamente inversas en las últimas cuatro décadas.
El problema ya empieza en la educación primaria, donde se arrastra una feminización casi total de las plantillas y una inmensa mediocridad. No existen ya apenas maestros que forjen el carácter y estimulen la inteligencia del menor. La psicología del niño se basa en la búsqueda de modelos, pero esos modelos en el colegio no existen y la diferencia entre su forma natural de ser y los valores feministas que se les inculcan causa una baja autoestima y una falta de objetivos a largo plazo. El alumno de Primaria que se encuentra un profesor de Secundaria en el primer curso de la ESO es un niño con una alegría superficial, pero sin más valores que la no violencia y la docilidad. Su capacidad de atención y esfuerzo es muy baja, y su curiosidad por el funcionamiento de la sociedad también. Hay algunos que están acostumbrados a no respetar ninguna norma y que no han asimilado casi ningún contenido, pero que han sido pasados de curso para que se marchen y no den problemas.
Una maestra que antepone sus intereses ideológicos a la educación de sus alumnos, considerando su puesto de trabajo como una oportunidad para ir ganando poder en la sociedad en detrimento de otros colectivos, ignorando o despreciando las necesidades de la mitad de su alumnado, es una funcionaria corrupta que debe ser apartada del cuerpo. Pienso que, como se hace ya en otros países, se debería promover normativamente el acceso de docentes masculinos, aparte de imponer un control más estrecho sobre el uso ideológico de las programaciones didácticas, las actividades extraescolares, los tablones de corcho y cualquier otro detalle que estas personas usen, como por ejemplo la letra de las canciones del hilo musical de cambio de clase. Los coordinadores de igualdad deberían convertirse en coordinadores de neutralidad, porque sólo desde dentro de los centros se puede percibir lo que ocurre, la inspección educativa suele limitarse a visitas camufladas por los despachos, por lo que sólo ve lo que se le enseña.
En la Secundaria empiezan los problemas graves de fracaso escolar masculino, que representa el 67% del total, con el doble de repeticiones de curso, junto con problemas psicológicos y de adicciones. Esto se suele ignorar completamente y se trabaja en una "igualdad" basada en el programa electoral del PSOE. Se hacen charlas para el respeto a las chicas, se activan protocolos contra la violencia de género sin que haya ningún tipo de violencia, se "forma" a los profesores para detectar el más mínimo atisbo de actitud machista, se crean grupos de "acción feminista", se hacen campañas promoviendo la homosexualidad, pero el fracaso en la vida, el paro de larga duración, las ganas de morir, las adicciones al videojuego o la marihuana no tienen la más mínima relevancia en las actuaciones educativas porque quienes los sufren son chicos y no se puede hacer un uso político de ello. Si acaso, sí que aparecen quejas porque estos colectivos olvidados están acercándose a las posturas de Vox.
La ideologización depende de la dirección del centro y, por tanto, no afecta a todos los institutos por igual. He explicado ya aquí alguna vez lo que ocurre en el IES de Pedreguer, por poner el ejemplo más extremo. Lo que vi allí en los cursos 2019/2020 y 2020/2021 fue lo siguiente:
Una intervención en el aula contra el machismo por parte de dos profesoras enviadas por UGT y CCOO con un debate en la clase dirigido y focalizado para aplastar las opiniones no feministas de algún alumno.
Una intervención en un claustro de un homosexual perteneciente al colectivo LAMBDA, sin título de profesor, que nos dio instrucciones sobre la detección y el tratamiento de la homosexualidad entre el alumnado.
Una conferencia en la Sala de Usos Múltiples por parte de hijas de represaliados por Franco en la Guerra Civil, explicando lo que sus padres sufrieron (básicamente, un tiro en la nuca después de haber luchado contra Franco).
Una exposición fotográfica en los pasillos del aulario con cráneos y otros huesos de estos represaliados que iban siendo desenterrados de las cunetas.
Reuniones periódicas y acciones dirigidas por profesoras en el llamado Grupo de Acción Feminista.
El izado de una bandera con simbología feminista en la fachada del centro.
Una sesión fotográfica en la que las profesoras se vestían con una camisa azul y un pañuelo rojo imitando un cartel de Westinghouse Electric, no para producir más, como pide el cartel, sino para mover más feminismo.
La composición de un gran collage con mujeres olvidadas a lo largo de la historia, como por ejemplo Dolores Ibárruri.
La imposición por parte de la dirección del centro de autoría femenina o temática LGTBIQ+ en una de las tres lecturas obligatorias de las asignaturas de Lengua Castellana o Valenciano, quitando a los profesores el derecho a decidir su programación.
La organización de un concurso literario de relatos con el tema obligatorio de la ideología de género.
Instalación de carteles arco iris en las puertas de todas las aulas.
Reparto de calendarios con el rostro golpeado y amoratado de una mujer y propaganda sobre la violencia de género.
Y, por supuesto, acoso al profesor que habla de más o que no es de izquierdas, con papelitos de acusaciones falsas y prevaricación en la revisión de sus notas.
Lo que viene ocurriendo desde principios de los ochenta en la Educación Secundaria en España es muy simple: una ideología ha tomado control de este servicio público y lo usa abierta y sistemáticamente para defender sus intereses.
En la etapa del Bachillerato, estos problemas se agudizan. Los profesores de las asignaturas relacionadas con la historia, la filosofía o la literatura ven la oportunidad de colocar contenidos ideológicos en los temarios. Se interpretan sesgadamente los procesos históricos, se transmite el pensamiento en relación con las ideologías de izquierdas actuales o se seleccionan autores en función de su sexo o su ideología. Se desplaza el verdadero conocimiento por contenidos maniqueos, lo que afecta obviamente a la mente del alumnado.
El 2º de Bachillerato en España está controlado por el gobierno autonómico mediante la prueba PAU. Por ejemplo, en la asignatura de Lengua Castellana se han venido imponiendo unas lecturas obligatorias de autores de izquierdas.
Es en la universidad donde, para mí, está el origen de todo el problema. Fue allí donde se produjeron en toda Europa, después de la II Guerra Mundial, los "relevos generacionales" que colocaron en las cátedras a profesores con adscripción ideológica e intolerancia hacia cualquier pensamiento heterodoxo. Esto les permitió diseñar muy bien la formación del profesorado para inocular su ideología, que luego se propagó a las etapas inferiores. Es interesante que estas ideologías consiguiesen infiltrarse incluso en pleno Franquismo, usando en todo momento el excesivo poder que se dio a los catedráticos y siguiendo luego estrategias endogámicas deshonestas. El resultado ha sido bien claro, la universidad europea y norteamericana viene purgando sus plantillas desde hace más de siete décadas sin que nadie haya hecho nada.
Pienso que los planes de estudio, sobre todo en las universidades, son demasiado laxos. Soy un firme partidario de la libertad del profesorado, pero no de la distorsión ideológica. Hay universidades que enseñan con claras lagunas simplemente por prejuicios ideológicos. Por poner un ejemplo, en la facultad de filología de la Universidad de Valencia se imparte la historia de la literatura castellana y se deja fuera la Generación del 98, que tradicionalmente los críticos en todo el mundo han considerado la "edad de plata" de nuestra literatura. Entonces, mi opinión es que si el profesorado no puede mantener un mínimo criterio ético, no debe tampoco mantener su libertad. Pienso que debe haber unos acuerdos de mínimos a nivel nacional al menos en las asignaturas troncales, con unos contenidos claros y homogéneos que no puedan los profesores manipular.
Un elemento que va a causar una fuerte disrupción en el ámbito universitario es la inteligencia artificial. La universidad de la segunda mitad del XX, presencial, masificada e ideologizada va a entrar en decadencia y sufrirá una reconversión profunda. Va a ser muy difícil justificar la obligación para el alumnado de desplazarse desde sus localidades a alquilar un piso compartido en la ciudad y caminar cada mañana hasta los aularios para escuchar a un señor repetir lo mismo cada año. Hasta ahora, aún se ha podido justificar este sistema por las preguntas que supuestamente los alumnos harían, pero ahora la IA responde preguntas y dialoga con el usuario sin límite de tiempo y con mayores conocimientos, incluso puede buscar contenidos adaptados a la capacidad de cada uno o recopilar información de ampliación. No va a haber diferencia en la calidad de la formación entre la IA y el profesorado universitario de nivel medio-bajo, que es el más frecuente en España. Pienso que incluso la investigación académica va a ser disrumpida. Todo esto llevará sin duda a un mayor uso de las certificaciones, titulaciones homogéneas a nivel mundial emitidas por instituciones de prestigio que se obtendrán con un solo examen, quedando a discreción de cada persona la forma de obtener el conocimiento.
Y habrá que tener aquí mucho cuidado con el control de la IA, porque sí que es posible introducir en ella fuertes sesgos y es claro que lo primero que ya están haciendo los accionistas mayoritarios de estas empresas es asegurarse de que esos sesgos son a su favor. Supongo que aparecerá también una corriente basada en el software libre que estará, obviamente, controlada por estas ideologías progres, que intentarán hacer lo propio. El acceso al conocimiento real seguirá siendo difícil y los gobiernos tendrán la obligación de intervenir.
Del Bachillerato se habla muy poco. Pienso que no se le da la importancia que tiene. Entre los 16 y los 18 años de edad, la mente se encuentra aún en formación y desarrollo, pero es ya capaz de tener un discernimiento considerable, por lo que es el periodo en el que ese individuo define su vocación y el camino profesional que tomará. Sin un buen bachillerato, no puede un individuo alcanzar su máximo potencial intelectual. Antiguamente, la universidad comenzaba a los 14 años, pero más tarde, por culpa del concepto de "mayoría de edad", se comenzó a retener a estas personas en una especie de prolongación de la educación básica. Esto les hace permanecer en los centros en aulas masificadas y con muy poca libertad.
También pienso que a las personas jóvenes es importante sacarlas pronto de la influencia de los más mediocres, por lo que defendería que, o bien se les separase durante la ESO, o bien se acortase la ESO y se alargase el Bachillerato.
En España se tiene la idea de que la plantilla de profesores es el conjunto de personas que ha conseguido "colocarse" y que ha adquirido unos derechos no muy distintos de los de un pensionista. Si hablásemos de la plantilla de un equipo de fútbol, entonces no quedaría tan claro el concepto de colocación y pasaríamos al concepto de "fichaje" y de trabajo con la cantera, aparte del uso de ojeadores por todo el mundo. La plantilla del profesorado de la educación pública no es tan sensible al talento como un equipo de fútbol, esto es cierto, pero el profesor como trabajador está muy lejos de ser un operario intercambiable como el de una fábrica.
No es sencillo captar talento para la educación cuando se ha impuesto tal grado de mediocridad y colectivismo.
El primer problema aparece ya en el sistema de acceso. Las oposiciones en España son un sistema completamente corrupto, los tribunales tienen impunidad para filtrar ideológicamente y por el perfil personal, no dan cuentas a nadie más allá de excusas endebles por escrito una vez que el perjudicado reclama. Los filtrados a veces no se dan ni cuenta, algunos pasan la vida estudiando y presentándose cada año sin aceptar que nunca los van a aprobar.
El sistema de acceso por oposición, ya desde el Franquismo, se ha instrumentalizado para colocar progres y sigue igual. Además, lo mediocre elige a lo mediocre, y esto hace que la mediocridad siga creciendo. Dentro de esta mediocridad, están los exámenes basados en la memorización, sin apenas parte práctica, y la posibilidad de perder todo el trabajo realizado durante un año, lo que implica demasiado riesgo y no es del interés de los más capaces. Hay en España todo un sector de academias y preparadores que es vergonzoso.
Pienso que el profesorado en la función pública debe ser captado por concurso de méritos, incluyendo su expediente académico para la parte teórica y la evaluación del desempeño profesional real para la parte práctica, con criterios objetivos a partir de sustituciones o interinidades. Si el Estado se tomase la molestia de desarrollar un buen sistema de certificaciones para cada una de las disciplinas, se podría exigir la nota de esa certificación para el acceso a la función pública, y se evitaría el inflado de notas en las universidades privadas y la corrupción o la flojera en las universidades públicas.
En cuanto al acceso a la docencia universitaria, la corrupción es aún mayor. Se usa el eufemismo de la "endogamia". Esto no es más que el control y el bloqueo del acceso por parte de los que ya han accedido, cuando ese acceso ellos sí que lo hicieron en condiciones justas en su tiempo. La llamada endogamia universitaria ha sido una estrategia sesentayochista y progre para expeler de ciertas titulaciones a todo el que no pasara por su embudo ideológico, a sabiendas del poder que eso les iba a otorgar en la sociedad. En la universidad, no hay un sistema de oposición ni un temario objetivo, los profesores son seleccionados por un baremo entre la exposición de un proyecto docente y un concurso de méritos, pero la exposición de ese proyecto tiene menos garantías aún que en el caso de las oposiciones a Secundaria y el baremo de méritos se manipula para que encaje como un guante en el candidato que se pretende seleccionar. Así, los profesores entre ellos a veces dicen que "ha salido su plaza", que significa que la administración ha ofertado esa vacante fija por un acceso libre, pero en ese departamento universitario ya hay un candidato in pectore tan claro que es imposible que sea desplazado por nadie. Ese candidato normalmente no es ningún privilegiado, sino un profesor que lleva muchos años con un contrato precario, tomando los cursos que sobran a los demás. La figura del "profesor asociado", creada para permitir contrataciones a tiempo parcial e incorporar a profesionales de la empresa privada en activo, ha sido muy útil para pervertir todos los criterios de acceso y mantener en la precariedad a los que han llegado detrás. La corrupción y la explotación han sido absolutas. Hace pocos años, mediante sentencias del TJUE, se obligó a regularizar a cierto número de estos profesores precarios, pero el cambio no ha sido muy grande y el acceso a la docencia universitaria sigue controlado por los que ya están dentro.
Pienso que en España la docencia universitaria debe ser sometida a un revisión total. El profesorado universitario tiene que poderse contratar directamente si su perfil es de interés, sin acumular años y años de precariedad. Los perfiles de interés para la docencia universitaria son sólo los que han demostrado algo profesionalmente o tienen un nivel académico muy alto y gozan de reconocimiento en su disciplina. Los malos profesores nunca valen la pena, porque no sólo transmiten conocimiento de baja calidad sino que contagian actitudes y sesgos mentales mediocres. Es mejor ningún profesor que un mal profesor. Los profesores realmente buenos siempre van a escasear y pienso que deberían aprovecharse mejor mediante la IA e internet, deberían tener miles de alumnos y la ayuda de otros profesionales de apoyo para la corrección de los exámenes y otras tareas burocráticas. Realmente, pienso que los exámenes ya deberían ser certificaciones homogéneas basadas en lo práctico. Tampoco creo que deban las aulas universitarias soportar a quien habla o molesta, pienso que sólo debe dejarse acceder a quien tiene una actitud constructiva.
La realidad es que el 90% del profesorado universitario no vale nada.
Puedo poner un ejemplo de todo esto en la forma en que yo aprendí el lenguaje SQL. Yo aprendí el SQL en el MIT en el año 2000. Un profesor de allí, llamado Philip Greenspun, decidió poner sus apuntes y explicaciones disponibles en su web y yo, que estaba interesado en hacer webs por mí mismo, simplemente me puse a leer los documentos. Dijo Greenspun que lo que él puso allí era exactamente lo que daba en las clases y que no dejaba nada fuera. Claro, yo pensaba que en el MIT y a nivel alto, me iba a costar aquello de comprender, pero fue más bien al contrario: aprendí el modelado de datos, todo tipo de consultas INSERT, UPDATE, DELETE, con varias tablas, con JOIN, criterios de búsqueda, GROUP BY, los triggers, las vistas, la optimización del rendimiento, absolutamente todo lo que he usado para programar bases de datos hasta el día de hoy, todo en quince días, en un 10% del tiempo que hubiese empleado yendo a un aula a escuchar a uno. Cuando un profesor es realmente inteligente y domina de verdad lo que explica, las cosas se entienden pronto, es el mediocre y su ritmo lento el que las complica. El alumno inteligente tiene derecho a que le enseñe otro igual que él.
No voy a abstenerme de emitir mi opinión sobre cómo deberían ser gestionados los centros de enseñanzas medias. He pasado veinte años trabajando en unos quince distintos.
Los institutos franquistas eran, obviamente, estructuras jerárquicas y desde el ministerio se decidía incluso el libro de texto a utilizar. Al llegar la II Restauración, una de las principales reivindicaciones de los docentes era acceder a una mayor libertad, y esto se les reconoció en las leyes educativas. Esa independencia formalmente no se ha perdido, pero desde el primer mandato de Aznar, en 1996, se ha venido trabajando para reforzar el poder de los directores de los centros, como si de una empresa privada se tratase. Esto ha sido un claro error, porque un servicio público nada tiene que ver con una empresa privada. En una empresa privada el gerente se juega su dinero o su cargo, el director de un centro educativo público no se juega ni una cosa ni la otra y piensa primeramente en su conveniencia, en primer lugar ideológica y en segundo lugar de trabajar lo mínimo y sufrir el mínimo desgaste. Por poner un pequeño ejemplo, en el IES Thiar de Pilar de la Horadada trabajé con un director que había diseñado su horario para llegar a media mañana y marcharse antes de comer, que tenía muchas de las aulas de su centro como leoneras ingobernables y, en lugar de procesar los expedientes disciplinarios y reunirse con los padres, dejaba que los profesores interinos intentasen sobrevivir allí dentro sin hacer nada. No existe a fecha de hoy ninguna métrica clara que avale la gestión de un director de instituto, y su incompetencia y su politización han ido creciendo en las últimas dos décadas. La inspección educativa no está bien formada para controlar a estos sujetos porque son muy manipuladores y condicionan a las inspectoras, que se dejan halagar y se les oculta información. Normalmente, no hacen más que reunirse con ellos, no conocen la verdadera realidad del centro. La inspección educativa va a evitar reunirse directamente con los profesores en la medida de lo posible. Dirán que esto es para no desmotivar al profesor, pero lo que les preocupa es que los profesores se acostumbren y les dejen de tener tanto miedo. En el momento en el que hay una reclamación de algún profesor, se la pasan con nombre y apellidos al director, lo que hace que la mayoría de profesores se inhiba de reclamar cosas claras.
Lo que muchos directores buscan, ante todo y sobre todo, es trabajar lo mínimo, y suele ser por eso que se hicieron directores, no por la subida salarial, y el abrir expedientes o procesar reclamaciones les hace trabajar. De modo que es muy fácil acosar a un profesor mediante reclamaciones falsas, porque el director tenderá a culparlo a él de que la reclamación se haya producido, aunque no tenga ninguna base. Muy duro y muy experto tiene que ser un docente para no dejarse condicionar por esto.
Un centro educativo es un lugar en el que una serie de profesionales presta un servicio individualmente. Todo el trabajo de un profesor lo sabe hacer ese profesor. Ni los equipos directivos de los centros ni la inspección educativa saben hacer el trabajo de los profesores y su función es únicamente facilitar su tarea y vigilar que se ajusta a la normativa, no intentar ejercer una jerarquía de empresa privada. En una empresa del sector industrial, por ejemplo, sí que se hace un trabajo en equipo y cada empleado tiene una función muy clara asignada por alguien que ha diseñado un plan. En el sector educativo, esa idea de "equipos docentes" y programaciones colectivas de departamento me parece completamente equivocada, pienso que obedece siempre a un deseo de control y facilita que los psicópatas vayan ganando terreno y oprimiendo a los demás. No respetar las decisiones de un trabajador, cuando le corresponde a él tomarlas, es una forma de acoso laboral, y en realidad lo que hacen estos acosadores es quejarse de la maldad de ese compañero díscolo y seguir maquinando sus vengancillas.
El entorno laboral de los profesores ha tendido a lo tóxico desde siempre, por el hecho de que son equipos que nadie ha elegido, que sólo obedecen al criterio de la nota de oposición, y además no se puede despedir a nadie. Cuando se lleva el suficiente tiempo entre estos "equipos docentes" se puede ver lo que realmente hay detrás de las zalamerías de pasillo. Pienso que alrededor de un 80% de la amistad fingida que recibe un profesor por parte de sus compañeros esconde simplemente la intención de influir en él, invadir sus competencias y quitarle su derecho a decidir las cosas. Los profesores jóvenes de esto no se llegan a dar ni cuenta, viven en una nube de compañerismo y felicidad, mientras por detrás ya se les ha mangoneado todo y no deciden nada.
Un profesor entiende lo que explica, cree en lo que hace, programa sus clases y decide lo que le atañe o no es profesor. Un tipo que llega a un centro, le ponen delante un libro de texto y unas lecturas obligatorias, le dicen cómo debe corregir las libretas y con qué rúbrica, le imponen los porcentajes para la obtención de la nota y hasta le dan las instrucciones sobre cómo examinar para mí no es profesor, es un borreguete que sólo busca la nómina y encontrará a medio plazo su propia desmotivación y resentimiento, lo que conllevará también la indisciplina y el desprecio de su alumnado.
La autoridad es un activo necesario para un profesor, pero escaso y vulnerable a las injerencias externas. Esa autoridad empieza por la capacidad de decidir las cosas. Si el alumnado percibe que ese docente no decide nada, no le va a reconocer nunca autoridad, por más que grite, amenace o imponga sanciones.
Por tanto, una de las estrategias más productivas y necesarias en un sistema educativo es asegurar la independencia del profesorado, reducir al mínimo las decisiones tomadas en los despachos y asegurar que ciertos profesores controladores no ejercen presión sobre los demás. Para esto, lo primero es reducir las actividades presenciales sin alumnado, porque carecen ya de sentido y son el lugar ideal para señalar a alguien. Las herramientas de comunicación tipo Microsoft Teams funcionan mucho mejor que las reuniones presenciales y podrían perfectamente sustituirlas a todas, incluyendo las de evaluación. Pero deben desarrollarse más herramientas para poder firmar actas o hacer votaciones sobre alumnos concretos. Es mejor que la información fluya en tiempo real y que todo lo que se diga quede debidamente registrado para poderlo reclamar.
Como ya he mencionado, la verdadera independencia del profesorado es condición sine qua non para captar nuevo talento e ir diluyendo toda la mediocridad que se ha acumulado.
Las decisiones de los profesores deben protegerse también de las presiones y la ingeniería emocional del alumnado. Hay demasiadas reclamaciones con poca base que suelen cesar en el momento en el que se abarata el aprobado. Si la dirección del centro permite que esas reclamaciones, sobre todo si son reiteradas, produzcan un desgaste o una sensación de incompetencia en ese profesor, entonces no está cubriéndole correctamente las espaldas y está dificultando su trabajo. Se tiene que hacer entender al alumnado que no tiene escapatoria, que mientras la dificultad sea la misma para todos no puede reclamar nada. El profesor dentro de un aula debe poder decir casi lo que quiera, siempre que no esté faltando al respeto de ningún miembro de la comunidad educativa.
Se tiene que informar también a los profesores de sus derechos y de cómo ejercerlos. Muchos de ellos no saben que pueden hacer una programación completa aparte, porque de esto no se les informa.
Mientras las remuneraciones sean exactamente las mismas y no puedan subir más que por la mera antigüedad, la mediocridad, la flojera y el colectivismo no van a parar. Hay demasiada gente haciéndose la "buena profesora" por argumentaciones acerca de la "igualdad" y otras palabras huecas, cuando sigue en marcha la fábrica de paro y nadie hace nada. Cuanto más mediocre y corrupto es un profesor, más tiempo pasa pensando en el trabajo ajeno antes que en el propio, y más grandes principios pretende imponer en las reuniones, pero el objetivo final de todo es siempre el mismo: beneficiarse ideológicamente o trabajar lo mínimo.
La neutralidad ideológica del sistema educativo es condición necesaria para el desarrollo mental del alumnado. Una educación sesgada produce un subdesarrollo de las facultades de distanciamiento y discernimiento, lo que produce un ciudadano fanático y fácil de engañar. También se ha producido un efecto reactivo en ciertos sectores del alumnado, que sienten ahora una fascinación por Franco que Franco probablemente no merece.
Es tradicional el discurso de la "adaptación a la diversidad" por parte de las instituciones educativas, pero en realidad se está actuando en sentido contrario. Un ejemplo muy claro es el de la Consejería de Educación de la Comunidad Valenciana en el periodo en el que estuvo dirigida por Compromís. Al tiempo que se publicaban sesudas normativas con los cuatro niveles de adaptación (de centro, de grupo, individual y significativa) se prohibía la agrupación por niveles en los grupos de un mismo curso. Según toda esta nomenclatura, un cambio en la programación que decidiese un profesor para adaptarse a las características particulares de un grupo de alumnos sería una adaptación de nivel II. Pero la primera adaptación de nivel II debe ser agrupar a alumnos con rendimientos académicos parecidos, porque cuando ya introducimos esa heterogeneidad en el aula es poco lo que luego se puede hacer. Luego ya cada docente debe adaptar su actividad al nivel de ese grupo, y sólo después de estas dos actuaciones se debe hablar de adaptaciones individuales.
Es importante también tener en cuenta que los profesores que trabajen con alumnado con un CI muy alto deben tener también el CI alto, porque el mediocre no va a poder acceder nunca a la mente y el corazón del inteligente.
Soy partidario también de la agrupación por sexos, en la medida de lo posible. Esta medida es extremadamente polémica, pero por motivos estrictamente ideológicos, no académicos. Los colegios privados que han agrupado por sexos obtienen muy buenos rendimientos y la demanda de los padres ha sido siempre muy alta. Cada sexo tiene diferentes etapas de desarrollo y estilos de aprendizaje, por lo que es importante no crear nunca más heterogeneidad de la necesaria. En general, los niños requieren de una mayor disciplina y suelen tener un mayor retraso en su desarrollo, lo que hace que esas cifras mayores de fracaso escolar tengan que ver con los grupos mixtos. Y hay que recordar que es en la parte masculina donde está la práctica totalidad de la superdotación.
Existe en la educación un principio de desarrollo de las potencialidades de cada individuo, y esto es prioritario, pero se olvida que los títulos académicos tienen también una función de filtro. Actualmente, no hay un filtro al final de la Primaria, y prácticamente tampoco al acabar la Secundaria.
Las maestras de Primaria aprueban sistemáticamente a niños que no hacen nada en las clases y que aparentan no haber estado nunca escolarizados. El motivo de esta falsificación de notas es quitárselos de encima, porque no tienen medios ni formación para tratar con alumnos disruptivos de mayor edad. Esto también incentiva a los niños a vivir jugando y sin esforzarse en los estudios. Pienso que este tipo de alumnado debería permanecer en la Primaria hasta que aprendiese las cosas básicas y luego pasar a algún tipo de formación profesional o directamente al mundo laboral. Vendría muy bien un examen de reválida de la Primaria que hegemonizase los niveles en los distintos colegios y asegurase que en el primer curso de la ESO hubiese alumnos que ya hubiesen demostrado ser capaces de realizar ejercicios y aprovechar las sesiones.
Una reválida mucho más exigente debería imponerse al final de la ESO para obtener el Graduado Escolar, y un numerus clausus para el acceso al Bachillerato vendría muy bien también. Ahora mismo lo que ocurre es que hay plazas limitadas para el acceso a las distintas FP pero al Bachillerato accede cualquiera que tenga el Graduado. Hay padres que usan los bachilleratos de letras para aparcar allí a sus hijos hasta que se decidan a buscar un empleo, y esto lleva a aulas masificadas.
También pienso que el filtro de las PAU es mejorable, en la asignatura de Lengua Castellana no se examinan los contenidos que se han impartido durante el curso, se pone un articulito de periódico de algún periodista cuñado malpagado que arregla España, o una Mari Pepis que pide igualdad, y esto condiciona la impartición de todo el 2º de Bachillerato, porque al alumnado sólo le interesa la preparación de ese examen.
Estoy a favor de un cupo por porcentaje para el acceso a la universidad. No más del 50% de los que obtienen el título de Bachillerato deberían poder acceder, de modo que no más del 25% de la sociedad pasara por la universidad, y que esto permitiese despedir profesores mediocres. Junto con esto, debería reforzarse la FP con una FP III para perfiles técnicos demandados, no les hace falta a casi ninguno de estos trabajadores una ingeniería superior, y más teniendo en cuenta que viene la IA.
Junto con todo esto, debe haber un buen sistema de becas. A un alumno con altas capacidades, estudiar no le tiene que costar dinero, incluso debería pagársele para que estudie y luego fuese empleado dentro del Estado inmediatamente, sin dejar que escape a la empresa privada u otro país.
La cultura española considera la superdotación una especie de mito, cuando no una "americanada". En el sistema educativo se habla de "altas capacidades", pero no se tiene claro en qué consiste ese concepto.
La superdotación es una dispersión, un hecho diferencial con respecto al entorno social. Cuando un niño sufre esa dispersión tiene la capacidad de hacer cosas que los demás no van a poder hacer, pero también tiene un problema de integración e incomprensión. La realidad es que la mayoría de estos niños no llegan a ser adultos con pleno desarrollo y son víctimas de adicciones y problemas mentales. Su tasa de fracaso escolar ronda el 50%.
El tratamiento de la superdotación debe ser prioritario en un sistema educativo, en primer lugar por el derecho de ese niño a ser tratado de acuerdo a sus características, pero también por el beneficio que la sociedad obtendrá a largo plazo del pleno desarrollo de esas capacidades. A partir de ahí, los recursos para los niños con dificultades de aprendizaje no tienen que mermar, los presupuestos educativos son demasiado bajos, y esto lastra las economías.
El tratamiento de la superdotación no tiene que consistir en cargar con más trabajo a ese alumno, ni exigirle más, ni adelantarlo cursos. Su desarrollo emocional es el mismo que el de los otros niños, a veces inferior, y viene ya en cierta medida dañado por su condición. Si ese superdotado es hijo de otro superdotado fracasado, ya con problemas y taras mentales, tenemos la peor situación posible. Si ese superdotado es hijo de personas inteligentes pero no superdotadas, y esas personas son buenas, la situación no es tan mala. Pero la mejor situación es la de los superdotados hijos de otros superdotados que han podido desarrollarse correctamente.
Es cierto que alguno de los superdotados problemáticos puede cambiar el mundo, pero el sistema educativo no debe generar superdotados problemáticos.
La agrupación por niveles es fundamental también en el tratamiento de la superdotación.
Otra condición necesaria es evitar el etiquetado. El niño no debe cargar con una etiqueta de "persona especial", porque produce reacción de los otros niños, y él puede desarrollar también cierto narcisismo y cierta designación para "cosas grandes", cuando realmente sólo una minoría hará cosas grandes.
Las programaciones didácticas para superdotados deben estar adaptadas. El niño superdotado necesita entender las cosas completamente, se le tiene que explicar el cómo y el por qué de todo. El niño superdotado nunca debe ser "adiestrado" en una actividad, lo que él quiere es entender el funcionamiento interno de las cosas. Deben relacionarse distintas disciplinas, porque estos niños entienden la realidad como un todo interconectado, hay que hacer siempre referencias transversales. Debe motivarse a ese niño mediante historias, anécdotas, ejemplos y un volumen grande de información variada. Y esa información debe tener profundidad.
Añado también que ese superdotado debería ser orientado hacia el área de letras, porque las ciencias no necesitan esa inteligencia tan alta y suelen consistir en actividades más bien áridas.
La mayoría del profesorado no es apto para enseñar a superdotados, sólo los muy inteligentes pueden hacerlo. No es lógico que el alumno sea más inteligente que su profesor. Ese profesor de alta capacidad ya tiene una forma transversal de concebir su realidad, y la puede inculcar a ese niño. Y, por supuesto, hacen falta perfiles masculinos si entendemos que el 95% de los superdotados son chicos.
El sistema educativo actual en España sufre de varios problemas que se vienen arrastrando durante décadas y que son productores de paro y mediocridad en la sociedad:
Una instrumentalización por parte de una ideología muy concreta.
Unos planes de estudio en ocasiones ideologizados y limitantes.
Un sistema de acceso completamente corrupto y también ideologizado.
Una incapacidad cada vez mayor para captar talento en la docencia.
Una gestión mediocre.
Una distribución ineficiente del alumnado en las aulas.
Una tasa inaceptable de fracaso escolar y paro juvenil.
Una falta de selección del alumnado.
Ausencia de un plan de tratamiento y desarrollo de la superdotación.
Infrafinanciación.
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