2 de octubre de 2021
Lo que queda del liberalismo

Hace tiempo que la oligarquía madrileña, una vez superado el trauma de la Transición, se viene autodenominando "los liberales". A mí esto del liberalismo nunca me ha preocupado, porque antes de estudiar la economía estudié la historia y la literatura, no he caído nunca en disquisiciones filosóficas, he tenido bastante con la realidad. Pero anoche estaba cenando en el sofá viendo mi AppleTV y me saltó Juan Ramón Rallo respondiendo preguntas en el Tik Tok. Parece que todos los problemas de España se van a solucionar llenando más los bolsillos que ya están llenos.

Voy a intentar resumir cómo yo concibo la economía y a repasar brevemente la historia del liberalismo.

Para mí, la economía es un juego que la sociedad se da a sí misma para distribuir los recursos y organizar el trabajo. Ese juego puede ser el feudalismo, cuando unos se especializan en la seguridad, otros en la artesanía, otros en el mundo espiritual y otros en la producción de cereal. Ese juego puede ser también el capitalismo, con una mayor diversificación de tareas. Pero no existe una situación "natural" que tenga una lógica propia ni unos derechos inherentes a la condición humana. Toda economía es artificial y está impuesta por algo parecido a un estado. Ya el mismo estado es algo artificial y está impuesto por la fuerza, porque al final todo acaba ahí. Se entiende, entonces, que una economía funciona bien cuando es aceptada por el conjunto de la sociedad, y funciona mal cuando se produce lo contrario.

Pero tampoco creo que cualquier juego económico pueda funcionar, porque hay una base genética que nos condiciona. Sabemos que el ser humano es un simio que ha vivido en tribu y que se mueve siempre en un equilibrio entre lo individual y lo colectivo. No van a funcionar bien los sistemas económicos que repugnen a nuestros instintos, será siempre un error intentar apoyarse demasiado en lo colectivo o en lo individual.

El liberalismo de la Revolución Francesa parte de un análisis certero de la realidad, el Antiguo Régimen ya no sirve a los intereses colectivos y está perpetuando una desigualdad injusta. Pero hay un pecado original en este primer liberalismo, que voy a llamar liberalismo romántico, y es su fuerte rechazo de la Ilustración. Porque el liberalismo no es un movimiento económico sino político, y en esa lucha política han encontrado enfrente a los ilustrados, que se han refugiado bajo el paraguas borbónico. El liberalismo romántico rechaza la racionalidad y la planificación ilustradas y acaba defendiendo una especie de autoorganización, un "dejar hacer" muy anglosajón.

El capitalismo se impone por las armas en toda Europa en el ciclo revolucionario burgués, no es algo a lo que se llegue por un estado natural de las cosas. Cambian las reglas del juego, pero sigue siendo un juego.

La segunda fase del liberalismo es el liberalismo anglosajón, que ya no se preocupa tanto de hacerse con los recursos de la nobleza sino de obtener mano de obra barata. Empieza aquí toda una cultura del engaño, apoyada en el sufragio universal y en la exaltación de la individualidad. Se le dice al pueblo que él es el que manda, pero se reduce el estado al mínimo y se deja libertad máxima al capital, que se va concentrando en unas pocas manos. No se ha conocido una época de mayor explotación de unos por parte de otros en una sociedad. No hay reparos en colonizar África y en seguir explotando mano de obra esclava. Se importa un gran número de esclavos a EEUU sin ningún problema. Aparecen inmediatamente las crisis cíclicas, producto de esa desregulación y ese estado mínimo: el Pánico de 1825, la Larga Depresión de 1873, la Gran Depresión de 1929 y la Crisis Financiera de 2008. Cualquiera que analice mínimamente estas crisis puede ver que se debieron simplemente al absurdo del multiplicador bancario y a la falta de control del crédito, pero la preocupación de los liberales no era solucionar estos problemas, sino aprovecharse de ellos para aumentar su concentración de poder.

Hay una tercera fase del liberalismo que comienza con la administración Reagan y que coincide con la decadencia ya terminal del Imperio Soviético. Esta tercera fase coloca ya el crédito en los obreros mismos, al tiempo que reduce los salarios y busca la mano de obra en Asia. El estado mínimo pasa a ser el estado como emisor de deuda para mantener el consumo y captar inmigración. El sistema injusto pero sostenible pasa a ser un sistema injusto e insostenible que implosiona en 2008.

Para mí, el capitalismo termina en 2008 porque el capital pierde su libertad, los estados lo intervienen y lo controlan, el sistema financiero deja de funcionar por sí mismo. Si se hubiese seguido la ortodoxia liberal, pues tendrían que haber quebrado todos los bancos, y de ahí hubiesen los ciudadanos perdido los ahorros, las empresas habrían quebrado en gran medida, la deflación habría aumentado el valor de las deudas, lo que habría multiplicado los impagos, lo que habría disparado la deflación, y así en una espiral descendente al estilo de las Torres Gemelas, hasta tocar fondo en una especie de Mad Max. Obviamente, esto no se pudo permitir y se dio por inválido el sistema.

Los 13 años siguientes, hasta hoy, han estado marcados por la expansión monetaria y la asignación pública del capital, el mercado ya no funciona por sí mismo. La adopción de las monedas digitales, cuando ya desaparezca todo el sistema financiero liberal, marcará el paso al nuevo sistema, que aún no tiene nombre. Después, desaparecerá también la democracia, porque sin el capitalismo carecerá de sentido.

Y luego están los liberales españoles. Aquí sí que hubo liberales desde 1812, pero les pudo el centralismo, la intención de usar la capitalidad de Madrid para succionar del Mediterráneo, y así se aliaron con gente tan poco recomendable como los Borbones y acabaron mal. No voy a explicar ahora la merienda de negros del siglo XIX, pero básicamente mueven dos guerras civiles para acabar imponiendo una democracia de corrupción y pucherazos y un capitalismo de amigos. A partir de Marx, el liberalismo se fragmenta y se divide en derecha e izquierda. En España, la derecha del siglo XX tiene un 10% de liberal, un 10% de monárquica y un 80% de católica y reaccionaria. Franco es un nacional-católico, y ahí dentro van carlistas, falangistas, monárquicos y liberales. La Transición la diseña Torcuato Fernández Miranda para ir "de la ley a la ley y pasando por la ley", y el Ministro de Información y consejero nacional del Movimiento monta un partidito en el que se agrupa todo el bloque derechista, en el que algunos quieren reetiquetarse como "liberales", después de haber sido niños devotos y católicos e hijos de grandes franquistas. Eran y son la misma oligarquía con una etiqueta algo más moderna, como cambiar de Telefónica a Movistar. Y ahí, dentro de ese cogollito, es donde hay que ubicar al Instituto Juan de Mariana y a Juan Ramón Rallo, uno de sus fundadores.

El sistema que propongo:

No hay que aceptar apriorismos ni soluciones "naturales", ni "sistemas menos malos", ni transiciones. El liberalismo siempre dio problemas, se agotó muy pronto y ya ni existe. Si se quiere un modelo económico nuevo, hay que diseñarlo ex novo desde la racionalidad y la planificación. Tiene que haber un equilibrio entre lo individual y lo colectivo, y tiene ese sistema que adaptarse a la realidad cultural de cada país.

Aquí, en España, yo implantaría un modelo a medio camino entre la Unión Soviética y el liberalismo clásico, con los sectores estratégicos nacionalizados y la iniciativa privada reducida a aquellos sectores que realmente funcionen mejor con ella. Por ejemplo, la alimentación y la ropa funcionan bien en manos privadas, mientras que la energía no lo puede hacer peor. Las infraestructuras y las telecomunicaciones han funcionado muy bien en manos públicas, salvo cuando esas manos han sido de liberales interesados en que todo fuese mal y así tener excusa para privatizar. La educación y la sanidad deben ser servicios públicos, ahí no creo que nadie tenga duda. Los sectores tóxicos para la sociedad, por ejemplo, los medios de comunicación, deberían regularse fuertemente. Otros sectores deben también regularse si derivan en oligopolios, como por ejemplo el software o las redes sociales.

Por supuesto, nada de esto se puede hacer con sufragio universal, enseguida empezarían los medios a manipular y mentir, las oligarquías activarían sus resortes de inducción del voto y volveríamos a la casilla de salida. El sufragio universal para un estado mínimo puede medio funcionar mal que bien, pero un estado fuerte que controle áreas grandes de la economía debe elegir a sus dirigentes por criterios meritocráticos y de capacidad, no por la opinión de jubilados y menopáusicas. Conforme China aumente su hegemonía económica, su modelo político comenzará a exportarse a otros países, y pienso que entre ellos puede estar España.

Pero el camino hacia este nuevo modelo tendrá que pasar necesariamente por las cadenas de bloques, que yo veo como la defunción ya final del capitalismo. Voy a preparar un artículo explicando bien el funcionamiento de esto, incluso con explicaciones técnicas, pero de momento lo voy a explicar por encima: una cadena de bloques aplicada a la productividad es un cruce entre una franquicia, una cooperativa y un servicio público. El programador diseña previamente todas las relaciones entre las personas que formarán parte de la organización, estableciendo una serie de roles y unas normas de conducta, y luego esa organización se va llenando por su propia cuenta de trabajadores y clientes, facturando dinero, sin que nadie tenga el control ni pueda extraer una plusvalía, pero con una perfecta coordinación y la eficiencia de una gran empresa. Es el sueño de Marx, y también algo muy ilustrado. En el próximo artículo os voy a ir explicando con ejemplos concretos cómo eso va a funcionar.

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© A. Noguera